Entre todas las mujeres trabajadoras de las Artes Escénicas hoy os queremos presentar a Ana Barceló (Murcia, 1992). A término del pasado año, esta joven murciana estaba de enhorabuena pues se había hecho con el Primer Premio del CreaMurcia 2018 en la categoría de Artes Escénicas por la obra de teatro “Así que pasen cinco años” y con el Premio accésit del CreaMurcia 2018 en la categoría de Cortos y Documentales por el cortometraje “La culpa”. Además de creadora, es graduada en Filosofía por la Universidad de Murcia. Actualmente se encuentra finalizando sus estudios de Dirección escénica y Dramaturgia en la ESAD. Esto es lo que nos tiene que contar:
Te mueves en continuo territorio creativo y en un ámbito a menudo denostado, ¿qué se lleva peor? ¿Las crisis creativas o las dificultades de financiación de tu sector?
Es una verdadera pena empezar esta entrevista hablando de dinero, así que me voy a decantar por la primera opción. Es una broma, me decanto por las crisis creativas porque estamos tan acostumbrados a sobrevivir en este mundo en lugar de vivir, que directamente asumimos que las financiaciones son imposibles y nos centramos en las dificultades artísticas. Veo muy complicado el futuro que me espera. Tengo compañeros a los que admiro profundamente, que llevan muchos años en esto y que comienzan a despuntar después de décadas de trabajo y pasados los cuarenta. Tengo veintiséis años y no sé si tanta paciencia. Además de esto, es importante recalcar que las palabras “crisis” y “financiación” van de la mano. Si te metes en un proyecto que no puedes pagar, comienza una crisis que no te deja pensar en otra cosa que el dinero y por tanto, no puedes crear. Si no creas, no produces y el problema económico se agrava. Es un círculo vicioso del que es difícil escapar.
No obstante, vamos a dejar este pesimismo a un lado, porque el teatro tiene otras muchas cosas positivas por las que merece la pena trabajar, y porque aunque soy muy consciente de la realidad a la que me enfrento, pienso que con trabajo y dedicación se puede llegar muy lejos. No podemos obviar la realidad que nos ocupa, pero tampoco podemos dejar que ésta nos impida avanzar. Es cuestión de trabajar e intentar ser coherente y consecuente con la situación en la que te encuentres.
Lo que ocurrió después es que el miedo se apoderó de mi ser. Tuve pánico a pensar que el corto se malinterpretara y de alguna manera el público interpretara que defiendo este tipo de situaciones.
En estos últimos años somos testigos de cómo se despiertan muchas conciencias ante las reivindicaciones de las mujeres, tu corto, “La culpa”, no es ajeno a esta cuestión, ¿cómo se te ocurrió? ¿Te planteó dudas o incertidumbres sobre cómo podría ser su acogida por el público?
Este corto nació de un sueño. En homenaje a Descartes, diré que el sueño y la vigilia se unieron y yo sentía mi pesadilla como la pura realidad. Soñé que tres chicos sin rostro violaban a mi amiga y a mí me empujaban al suelo. Soñé que nadie quería mantener un contacto conmigo, ni siquiera a la fuerza. Soñé algo tan real, que me desperté llorando. No he pasado más miedo en mi vida. Y no sabía qué me dolía más, si ver a mi amiga en el suelo siendo forzada o que yo deseara ser ella. Espero que esta reflexión no sea malinterpretada: esto es una consecuencia de los problemas que tiene esta sociedad con los cuerpos no normativos y su empeño por introducirlos en cánones de belleza. Quise contar una historia que no se puede decir en voz alta y dar voz a todas esas mujeres que han sufrido situaciones de este tipo y han sentido la contradicción en ellas mismas. Quise contar cómo la realidad puede destruirte y después no dejarte expresar cómo te sientes.
Lo que ocurrió después es que el miedo se apoderó de mi ser. Tuve pánico a pensar que el corto se malinterpretara y de alguna manera el público interpretara que defiendo este tipo de situaciones. Por supuesto, he obtenido malas críticas porque es un tema controvertido y porque todo el mundo no tiene por qué estar de acuerdo, pero en general, el corto ha tenido tanto en la Escuela Superior de Arte Dramático de Murcia como ante el jurado del CreaMurcia una muy buena acogida que me ha dado fuerzas para confiar más en mí misma y seguir denunciando este tipo de situaciones. También me sentí muy acogida por mis profesores y por el equipo técnico y artístico, especialmente las actrices y los actores del corto, que creyeron en esta historia desde el principio y quisieron ponerse en la piel de estos personajes tan complicados. Fui muy sincera con el proyecto desde su comienzo y no recibí ni un solo “no”. Todos aceptaron y estuvieron hasta el final. Es un lujo poder decir esto.
Combinas Filosofía y Teatro, de hecho, para los antiguos griegos es muy difícil, por no decir imposible, desligar democracia y teatro, ¿qué crees que aporta la Filosofía al espectáculo?
La filosofía es como el deporte. Me explico: una persona puede vivir sin deporte; sigue respirando, andando, haciendo su día a día (pensando)… incluso puede que muera mucho más tarde que alguien que ejercite su cuerpo cada día. Sin embargo, hacer deporte garantiza una calidad de vida mucho mayor, agilidad mental, bienestar, buen humor, confianza en uno mismo, etc. La filosofía es exactamente igual: puedes vivir sin ella, puede que incluso mueras antes que alguien que no la ejercita, pero serás mucho más rico si la trabajas cada día.
La filosofía es “el qué” de la cuestión. Hay que decidir “el cómo”, y mi “cómo”, es el teatro. La filosofía da sentido a la escena teatral, cuestiona sus límites, ayuda a la profundización de las cuestiones planteadas y permite nuevos horizontes. Aun así, no hace falta profundizar demasiado para ser consciente de que el uso de la filosofía está siempre. Cuando cuestionamos un tema de una obra teatral, por ejemplo, estamos filosofando. También tiene un alcance a nivel teórico interesante; se pueden cuestionar grandes temas teatrales desde un punto de vista filosófico. No es lo mismo hacer teoría del teatro que filosofía del teatro.
Los jóvenes, actualmente, tenemos un problema grave: no sentimos que confíen en nosotros. No sentimos que tengamos oportunidades.
¿Qué ha supuesto para ti obtener el Primer Premio del CreaMurcia 2018 por la obra “Así que pasen cinco años” y el Premio accésit del CreaMurcia 2018 por el cortometraje “La culpa”?
Me gustaría aprovechar esta pregunta para hacer una reflexión real y sincera. Indudablemente, ganar un CreaMurcia es un honor y todo un privilegio. Es un logro que considero personalmente muy especial y fue muy emocionante para mí y para los actores, que vieron tanto esfuerzo y tanto trabajo recompensados. Yo no sería nada sin ellos. Sin embargo, queda un punto que aclarar: en la Región de Murcia, el CreaMurcia en la categoría de artes escénicas es el premio más importante que puede llevarse un director de escena o una compañía de teatro, estando por encima únicamente los premios Azahar, recientemente creados en nuestra región.
Mi pregunta es: Una vez ganado el CreaMurcia, ¿el camino es avanzar hacia los premios Azahar? Quiero aclarar que no critico el hecho en sí de estos reconocimientos. Me parecen absolutamente necesarios porque nuestros trabajos necesitan visibilidad, independientemente de quién los gane. La cuestión es, ¿qué nos ofrece realmente ganar? He enviado la obra a más de treinta teatros además de numerosos festivales y certámenes. Me han contestado de una cantidad tan ínfima que me da hasta vergüenza reconocerla. De este mínimo porcentaje, sólo me han pedido caché en un sitio y después de meses sigo esperando respuesta definitiva. En los demás me ofrecen taquilla o un porcentaje de la taquilla.
Los jóvenes, actualmente, tenemos un problema grave: no sentimos que confíen en nosotros. No sentimos que tengamos oportunidades. Mi oportunidad sería poder llevar el montaje a teatros y auditorios de la región, ver que de alguna manera tenemos algún tipo de visibilidad. Pero la realidad no es esta y así está siendo desde hace unos años. No recuerdo muchas actuaciones de las obras de teatro que ganaron el año pasado o el anterior. Es maravilloso ganar un premio, pero me gustaría sentir una seguridad en mí misma que no tengo y no veo que nadie me ofrezca.
Angélica Liddell es todo un referente para ti, ¿ha influido su figura y obra en tu creación artística?
Angélica Liddell es al teatro lo que Platón a la filosofía: escuchas el mito de la caverna, lo entiendes a la perfección, la imagen está tan clara en tu cabeza que te fascina y quieres más. Para mí, esta mujer ha sido el puente que me ha hecho adentrarme en este mundo. La considero una de esas artistas que me han llevado a intentar relacionar filosofía y teatro, cuestionándome sus límites. Cuando fui a verla actuar al Teatro Circo de Murcia hace unos años, recuerdo que pensé: “de acuerdo, acabo de darme cuenta de que el teatro es mucho más de lo que yo pensaba”.
No obstante, una vez que pasas por la Escuela Superior de Arte Dramático y comienzas a tomar contacto con profesores de los que tienes mucho que aprender, muchos otros nombres resuenan en tu cabeza: Anne Bogart, Ariadne Mnouchkine, Claudia Castellucci… de pronto el imaginario se hace mucho más grande y ves que además de Angélica hay otras muchas mujeres que son referentes teatrales en los que hay que apoyarse.
Muchas personas se sorprenden al conocer que el teatro puede ser una asignatura en nuestro sistema educativo, ¿crees que se puede aprender tanto en el teatro como haciendo ecuaciones o sintaxis?
Por supuesto que sí. El teatro podría ser una gran asignatura con contenidos muy variados que ayudarían al alumno en su futuro profesional. Es necesario recalcar que, cuando hablamos de una asignatura llamada “teatro”, no es referido –solamente– a montar un texto e interpretar un personaje. A una muchacha adolescente que va a un instituto, no le interesa trabajar con textos clásicos, le interesa trabajar con lo que le pasa a ella. ¿Qué motiva a los adolescentes? ¿qué les ocurre? Ellos tienen que contar sus inquietudes y quieren ser protagonistas de su propia historia.
Partiendo de esta base, el abanico de posibilidades se amplía todavía más. Por ejemplo, los chicos podrían hacer un taller de escritura creativa y desarrollar su propia obra de teatro, que luego montarán e interpretarán. Por otro lado, es obvio que ayudaría a los alumnos a superar el pánico escénico. También ejercitarían la memoria tanto mental como corporal, ya que tendrían que retener un texto pero también una serie de movimientos. Aprenderían a vocalizar y proyectar, siendo capaces de enfrentarse a exposiciones y actos públicos de manera más fluida. Mantendrían relaciones sociales con los compañeros sumadas a situaciones que no tienen por qué darse en la vida real, tales como enfrentarse a una muerte traumática o ponerse en el lugar del compañero. Por ejemplo, se podría plantear una obra de teatro sobre bullying en la que los roles de acosador/acosado cambien de posición.
Por otro lado, esta asignatura podría ser relacionada directamente con otras: trabajando con un proyector o montando una escenografía, la asignatura de tecnología entraría de pleno. El espacio sonoro podrían crearlo en relación a la asignatura de música, podrían hacer una obra de teatro en inglés, unos telones que fueran el decorado en clase de dibujo, un texto con contenido de la clase de historia… en fin, el teatro puede dar conocimientos útiles a los alumnos para su futuro, es transversal y su combinación con el resto de asignaturas es infinita.
¿La orientación a perfiles profesionales relacionados con las Artes Escénicas sigue siendo una tarea pendiente en nuestro actual sistema educativo?
En general, observo que si decides hacer un bachillerato de artes escénicas es porque vas enfocado a ser actor. Las opciones reales cuando te planteas estudiar en una escuela son o ser actor o ser director escénico. No es hasta mucho más avanzados los estudios en la escuela que te puedes plantear ser profesor, técnico de iluminación o de sonido. Sin embargo, ¿qué ocurre con los programadores, directores de centros culturales, comisarios, regidores, caracterizadores, diseñadores de vestuario, dramaturgos, dramaturgistas…? Me parece difícil hacer ver todas estas profesiones desde muy temprana edad, pero pienso que es necesario potenciar todas estas opciones más adelante.
Desde mi situación personal, podría contar algunas discriminaciones que he sufrido por ser mujer y encima joven, tales como preguntarme si me ha venido la regla porque estoy de muy mal humor.
Un estudio realizado por CIMA, la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales, ponía de manifiesto en el año 2015, que existía un 26% de mujeres trabajando en el cine español frente a un 74% de hombres. ¿Qué crees que tiene que cambiar para reducir esta brecha de género?
Siento ser muy cruda en esta respuesta, pero pienso que esta cuestión está directamente relacionada con el feminismo y hay ciertas causas de esta situación que no pasarán sin un cambio generacional. Me parece que hay cuestiones que no van a avanzar porque hace falta inculcar ciertos valores desde una temprana edad.
Por otro lado, pienso que existen actividades y acciones, desde las más pequeñas hasta las que más alcance tienen, que pueden ayudar a que esta brecha se haga más pequeña. En los colegios e institutos se están empezando a organizar (o empiezan a ser visibles) actividades dedicadas a niñas. Me parece una gran iniciativa para que las estudiantes de primaria y secundaria sientan desde pequeñas que pueden acceder a determinados puestos de trabajo que inicialmente se asocian al sexo masculino. Entre ellos están las ingenierías, pero también la dirección escénica y la de cine, así como ser técnico de iluminación y sonido. Hay otras muchas actividades que ya se realizan y que ayudan a que esta brecha se reduzca: desde festivales solo para directoras hasta ciclos de películas hechas por mujeres o de temática feminista, pasando por jornadas feministas. Lo que no contemplo como opción de visibilidad es poner abanicos rojos en la gala de los Goya y decir que va a ser una gala dedicada a la mujer, por ejemplo.
También pienso que la normalización puede ser algo que ayude a que esta situación se reduzca. Desde mi situación personal, podría contar algunas discriminaciones que he sufrido por ser mujer y encima joven, tales como preguntarme si me ha venido la regla porque estoy de muy mal humor, cuestionarme ciertas funciones de mi trabajo en las que no debería meterse nadie y no escucharme al hacer una propuesta que después sería aceptada al ser hecha por un compañero, simplemente porque él es hombre y yo mujer. Todo esto es real y son situaciones que se repiten, en algunos casos debido a esa generación que opina así y no se plantea un cambio. Intentar que estas problemáticas sean reducidas entra directamente en la posibilidad de normalizar que haya mujeres trabajando en el teatro, en el cine o como técnicos.
¿Está cambiando la representación de las mujeres en la cultura? ¿Cuesta romper clichés?
Esta es la pregunta más difícil para mí. Siento que sí y quiero pensar que sí, pero hay algo en mi interior que me rechina. Creo que voy a necesitar unos años para creer que realmente la representación de la mujer es verídica. En el escenario veo pocas, pero es que detrás veo menos. El arte necesita la mirada femenina y no siento que haya una representación real.
Aun así, sí que es cierto que estoy viendo más representación femenina en cuerpos directivos así como en equipos liderados o formados por completo por mujeres. Me gustaría hablar de lo que conozco de primera mano, como la dirección de la Escuela Superior de Arte Dramático de Murcia, cuyo equipo está formado casi en su totalidad por mujeres, así como la gestión del Centro Cultural Conde Duque en Madrid, donde ahora mismo me encuentro haciendo una residencia artística y veo muchas mujeres técnicos de sonido e iluminación así como muchas mujeres en puestos de dirección. Dos centros públicos en dos comunidades autónomas distintas de España donde las mujeres tienen posiciones muy significantes. ¿Es esto representativo en relación a otros centros? No, pero para mí demuestra un cambio observar estas condiciones allá donde he ido y me gustaría seguir viéndolo en los próximos lugares donde me encuentre.
Nuestra responsabilidad es estar apasionados e ilusionados por lo que hacemos y tener una capacidad de ambición que nos haga crecer.
La Mar de Músicas de Cartagena es uno de los acontecimientos culturales de nuestra región, sin embargo, Murcia es la segunda comunidad con menor importancia cultural del país según la Fundación Contemporánea, ¿tiene esto solución? ¿Es el talento joven una oportunidad para mejorar la agenda cultural?
Me remito a la pregunta número cuatro. Nuestra responsabilidad es estar apasionados e ilusionados por lo que hacemos y tener una capacidad de ambición que nos haga crecer y haga que nuestro arte se mueva cada día más. La responsabilidad de que estos trabajos tengan más visibilidad y de que estén mejor financiados no es nuestra, sino de las personas que están al frente de concejalías, ayuntamientos, consejerías, etc., y que deben apostar por la cultura para promoverla. Debe haber un equilibrio entre arte, financiación y oportunidad para que podamos crear sabiendo que confían en nuestro trabajo y que existe una posibilidad real de avanzar en circuitos más complejos.
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